Ofrenda en Palacio Nacional conjunta la riqueza de cosmovisiones del país

México/La Jornada. Como parte del Día de Muertos, este año la ofrenda Una flor para cada alma que se colocó en el Palacio Nacional resultó una conmemoración histórica que dio cuenta de la riqueza de culturas y cosmovisiones del país al convocar a representantes de 20 comunidades indígenas con el fin de instalar sus ofrendas y llevar a cabo ceremonias para honrar principalmente a los mexicanos víctimas de la pandemia de Covid-19.

En punto de las 18 horas de ayer se encendieron decenas de velas colocadas en el patio central del recinto como parte de la ceremonia del pueblo nahua de Puebla.

El viernes había sido el turno de las comunidades yaquis, con la ceremonia Saludo al Sol, que fue encabezada por el gobernador tradicional de Pótam, Sonora, José Ángel Maldonado. Posteriormente, la rezadora mazateca Teresa Ríos García llevó a cabo una ritual tradicional y, este lunes, al mediodía, tocará el turno a la ceremonia tradicional wixárika.

En el Palacio Nacional, en el corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México, altares procedentes de todo el país celebraron la memoria de nuestros difuntos, en un Día de Muertos que, precisamente por todo su sincretismo, fue declarado en 2008 patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

Se trata de una festividad en la que no sólo se comparten antiguas prácticas ceremoniales que mezclan costumbres precolombinas y la tradición católica, sino diversidad de expresiones sustentadas en la pluralidad étnica, cultural y lingüística de México.

Esas expresiones populares, que se transmiten de generación en generación, adquieren diferentes significados de acuerdo con el pueblo o comunidad indígena en las que se realizan.

La secretaria de Cultura federal, Alejandra Frausto Guerrero, comentó a través de un comunicado que se trata de una tradición viva, con arraigo en todo el país y reconocida a escala internacional.

Este año se realiza en una situación especial y distinta, reservando el lado comunitario y centrándose en la intimidad del hogar. Lo más importante es que está viva. Nuestra cultura siempre nos ha salvado, somos pueblo consciente, solidario, en esto tiempos invitamos a esa responsabilidad, a cuidar la vida, a hacer los altares en casa.

En la instalación de la ofrenda Una flor para cada alma colaboraron el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), la Secretaría de Cultura federal, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, con los representantes de 20 pueblos originarios.

El patio de recinto se decoró con tapetes de aserrín y un altar central donde convergen los elementos tradicionales de los altares: cempasúchil, ceras y maíz.

Las velas, cuya flama, de acuerdo con el INPI, es una guía para que las ánimas lleguen a sus hogares, fueron elaboradas por los artesanos Anselmo Pérez Guerrero, originario de Tepoztlán, Morelos; Víctor Clemente Olivo, de Axochiapan, Morelos, y Ramón Ramírez, oriundo de Salamanca, Guanajuato.

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